J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

La clase política, culpable de la crisis de Brasil

La condena en primera instancia a 9 años de prisión al expresidente brasileño Lula da Silva, acusado de corrupción, significa más que la caída en desgracia de un mito. El implacable juez Sergio Moro cierra prácticamente las posibilidades de un regreso a la política del carismático líder, que tal vez pueda eludir la pena de cárcel pero lo va a tener más difícil para librarse de una inhabilitación política. Con todo, la decisión del juez puede ser beneficiosa para el futuro de Brasil. Estos acontecimientos son la prueba de que el Estado de derecho se consolida. Lo que falta es pasar página y dar el relevo a una nueva generación de líderes políticos.Lula no es el recambio que necesita el país frente al presidente Michel Temer, que se tambalea acusado también de corrupción. El gobierno sigue adelante con medidas importantes, como la reforma laboral, pero en otras cuestiones ha sido incapaz de encontrar aliados parlamentarios, y con varios ministros investigados por la justicia carece de autoridad moral para pedir ajustes a la población. Esa inestabilidad política repercute, a su vez, en la economía brasileña, lo cual complica aún más la situación. O la clarifica, según se mire. Porque muestra que el problema está en una clase política que ha entrado en una especie de “sálvese quien pueda”. La pregunta es si existen líderes con generosidad y altura de miras para sacar a Brasil de pozo en el que sus dirigentes le han metido.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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