J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

La oración como respuesta al horror del fanatismo

Ante los atentados que cometen los terroristas fanatizados por el Daesh, la respuesta de la población, sobre todo en Europa, se expresa visiblemente en concentraciones silenciosas, en flores y velas encendidas que pretenden comunicar una resistencia humana que no se deja arrastrar por el terror.En algunas ocasiones, aunque pocas, se abre espacio para un gesto público de oración que puede tener carácter interreligioso, para afirmar en la plaza que el mal no tiene la última palabra, que el nombre de Dios no puede ser utilizado para justificar la violencia y que la fe genera un vínculo de unidad con todos, que es, en sí mismo, un dique frente al miedo y la desesperación que tratan de sembrar los terroristas.La oración ha sido en la historia, y sigue siendo en el presente, un gesto de afirmación de la verdad, un gesto de unidad y de petición abierta al Dios de la vida para que proteja de la violencia y de la mentira a la entera familia humana. Occidente ha perdido, en gran medida, la conciencia del valor público e histórico de la oración.Es algo que nos enseñan, por ejemplo, nuestros hermanos del Medio Oriente. En este Domingo de Ramos marcado por la sangre de tantos cristianos que asistían a Misa en el norte de Egipto, el Papa Francisco ha realizado ese gesto ante todo el mundo pidiendo a Dios que convierta a los terroristas y a quienes fabrican y comercian con las armas.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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