Madrid - Publicado el - Actualizado
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El Papa Francisco siempre tiene una palabra para recordarnos la necesidad de comprometernos, cada uno en la medida de nuestras posibilidades, en la construcción de una paz justa y duradera. Precisamente, en el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz de este año nos hablaba de la cantidad de veces que la Iglesia se ha comprometido en el desarrollo de estrategias no violentas para la promoción de la paz en muchos países. Acaba de mostrarlo con las palabras y los hechos en su histórico viaje a Egipto, donde, en la declaración conjunta firmada con el Patriarca de Alejandría, se refería explícitamente a cómo el testimonio cristiano puede suponer una señal de reconciliación y de esperanza para la sociedad egipcia y ser una semilla que produzca frutos de justicia y de paz.
En esta misma línea, este domingo, ya desde la Plaza de San Pedro, además de por Egipto, el Papa ha rezado por todos los países que atraviesan dificultades, como por ejemplo la República de Macedonia y Venezuela. Del país latinoamericano, por desgracia, no dejan de llegar dramáticas noticias. La situación no hace sino agravarse con enfrentamientos y numerosos muertos, heridos y detenidos en sus calles. Por eso, como ha hecho el Papa, urge levantar la voz contra una situación crítica, cada vez más violenta, en un llamamiento explícito, en primer lugar al Gobierno y a todos los miembros de la sociedad venezolana, para que sean respetados los derechos humanos y para que se busquen soluciones negociadas a la grave crisis humanitaria, social, política y económica que está extenuando a la población.