Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
En un extenso informe divulgado ayer, Naciones Unidas ha vuelto a urgir a frenar el grave deterioro del medio ambiente que amenaza la supervivencia del planeta. El llamamiento va acompañado de una contundente denuncia: que no se están cumpliendo las metas fijadas en los acuerdos internacionales sobre el clima, y que la contaminación prosigue su acción demoledora sobre la biodiversidad, el agua dulce, la atmósfera y los mares. No parece que estos gritos de alarma, a los que el Papa Francisco dio gran profundidad y fuerza en su encíclica “Laudato Si”, estén teniendo suficiente impacto en nuestras sociedades desarrolladas, aunque es cierto que algo se mueve.
Todavía falta mucho por hacer, más allá de las actuaciones de los gobiernos, que a veces dan palos de ciego con fines demagógicos. Es la sociedad la que debe tomar conciencia en el seno de las propias familias, de que la salud de toda la humanidad depende de la responsabilidad que cada cual debe asumir en defensa de esta “hermana tierra”, como la llamaba San Francisco de Asís. Decía el Papa Francisco que el clima es un bien común, de todos y para todos, y que su deterioro es un gran desafío para la humanidad, que afecta sobre todo a los más pobres. Los gobiernos deben ser conscientes de que el bienestar social, la cohesión y la paz, requieren una movilización de todos los recursos disponibles para cuidar nuestra casa común, pero también la sociedad civil debe afrontar un gran desafío educativo y de responsabilidad en este campo.