Madrid - Publicado el - Actualizado
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Vuelve poco a poco la vida a las Ramblas de Barcelona, aunque la conmoción tardará todavía mucho en pasar. Es tiempo de esclarecer los hechos y llorar y rezar por las víctimas, pero sin caer nunca en el derrotismo. La simplicidad del operativo terrorista transmite la falsa impresión de que los asesinos pueden golpear cuando y como quieran. Falsa impresión que desmentía no solo el desbaratado atentado pocas horas después en Cambrils, sino las decenas de exitosas operaciones contra el yihadismo realizadas en Cataluña en los últimos años. La colaboración entre los distintos cuerpos de seguridad en España y a nivel internacional se ha hecho más visible en estos momentos, pero es permanente y muy eficaz. Más llamativa resulta la unidad política. La altura de miras de los responsables de todas las administraciones ha sido hasta ahora el mejor antídoto frente a los efectos disgregadores que el terrorismo siempre pretende provocar. Esa unidad, sellada con la presencia del rey en Barcelona, no niega las controversias políticas en Cataluña, pero subraya que por encima hay valores fundamentales compartidos. Hay que aplaudir tanto la rápida reacción del gobierno central, con Mariano Rajoy al frente del operativo en Barcelona, como el prácticamente unánime cierre de filas por parte de los demás partidos. La reacción valiente y solidaria ayer de muchos barceloneses tras el atentado no podía ser correspondida con menos que eso.