Madrid - Publicado el - Actualizado
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Un trece de marzo, hace siete años, los cardenales reunidos en el Cónclave eligieron al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como sucesor de Pedro, el cercano servidor que preside a la Iglesia en la caridad. En este tiempo el Papa Francisco ha alentado la esperanza de una humanidad que se enfrenta a nuevos y agudos retos, que van desde los acelarados procesos de cambio social a los flujos migratorios, pasando por nuevas circunstancias que alteran el estado de seguridad de nuestra vida, como esta pandemia del coronavirus. El Papa Francisco, que predica un Evangelio sin glosa y que se ha empeñado a fondo en la reforma de la Iglesia, se ha convertido en una referencia ética mundial a la que se vuelven los ojos de una humanidad herida.
Francisco ha traído, con la novedad de sus gestos y formas expresivas nacidas del pueblo católico hispanoamericano, el Evangelio de la cercanía y el frescor de un nuevo aliento misionero. La Iglesia, que es compañía de vida y de verdad, ha redoblado su apuesta diaria por ponerse al lado de cada persona y acompañar sus alegrías y sufrimientos. En estos días en los que se palpa el dolor y crece el desconcierto, nos ha recordado que debemos “vivir con la fuerza de la fe, la certeza de la esperanza y el fervor de la caridad”. Como ha dicho en la Audiencia del pasado miércoles, la Iglesia tiene que ir al mundo “porque el Evangelio de Jesucristo es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta”