Testigos de la luz en medio de la violencia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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“Un sacerdote anciano, bueno, dulce, fraterno y pacífico ante la violencia salvaje y ciega desatada en nombre de Dios”. Así ha descrito el Papa al sacerdote francés Jaques Hamel, asesinado salvajemente en 2016 mientras celebraba Misa. Francisco ha rememorado su figura en un discurso enviado para la entrega de unos premios internacionales de periodismo con el nombre de Hamel. Frente a la intolerancia, el odio y el rechazo, decía el Papa, no hay mejor antídoto que el “testimonio irreemplazable” de quienes, como este anciano sacerdote, trabajan callada pero incansablemente por la “construcción de un mundo más fraterno”.

Son muchos más de los que parecen, aunque a menudo se necesite una tragedia para que el mundo tome conciencia de su existencia. Justamente estos días, en España, se cumplía un año del asesinato en similares circunstancias del sacristán Diego Valencia en la parroquia de La Palma de Algeciras. El hombre, de 65 años, era conocido por su apoyo a las cofradías y su labor con adolescentes en riesgo de exclusión, ejemplo al que ahora se suma el testimonio de su mujer e hijos, agradeciendo estos días las muestras de cariño y pidiendo misericordia para los asesinos. Mejor final, por fortuna, ha tenido esta semana el secuestro de seis religiosas en Haití. En medio de un clima de terror impuesto por las bandas criminales, testimonios como el que ellas sí podrán seguir dando suponen una luz de esperanza para un pueblo que debe hacer esfuerzos cada día para recordarse que la violencia salvaje y ciega no tienen la última palabra.