Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
En estas horas en las que se debate la Ley de la Amnistía en el Congreso conviene recordar las diferencias con la amnistía de 1977 que facilitó la Transición. La demanda de amnistía era uno de los pilares reivindicativos de aquellos años. «Libertad, amnistía, estatuto de autonomía» fue el grito que unió a los partidarios de la democracia. La amnistía la defendía con fuerza el Partido Comunista, que desde 1960 apostaba por una política de reconciliación. La amnistía aparecía entonces no como una fórmula reactiva ni defensiva, sino como expresión de la nueva cultura política que se pretendía afirmar.
Hasta ese momento, en España se habían aprobado durante el siglo XIX y el XX 20 amnistías. Todas ellas consecuencia de que los nuevos gobernantes no admitían la legitimidad de los anteriores. La finalidad de estas amnistías era dejar impunes los delitos de los que accedían al poder. Sus efectos no eran pacificadores, daban lugar a nuevas amnistías de signo contrario y a menudo terminaban en nuevos conflictos. Eran, en realidad, autoamnistías aprobadas por una España en contra de la otra España.
La amnistía de 1977 fue algo totalmente diferente. Fue fruto de un amplísimo consenso, en realidad tuvo un apoyo casi unánime. Abrió la puerta a una Constitución también de consenso y al periodo más largo de paz, prosperidad y de ausencia de amnistías. Todo eso se quiebra ahora. Volvemos a una amnistía sin consenso, aprobada por un margen muy estrecho en contra de la mitad de los diputados del Congreso.