Agitar el pasado

La Transición hizo posible una pedagogía de la reconciliación basada en una memoria verdadera y no sectaria: dolor por lo sucedido, conciencia de que nadie estaba libre de culpa y reconocimiento de que el otro, el diferente, no es un enemigo. La Proposición no de Ley aprobada ayer en el Congreso de los Diputados con los votos a favor del PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos, que insta al gobierno a la exhumación y reubicación de los restos de Francisco Franco y José Antonio Primo de Rivera fuera de la Basílica del Valle de los Caídos, es innecesaria y extemporánea. Se trata de una iniciativa encaminada a obtener un rédito político más que cuestionable, que rompe con el tejido profundo del consenso de la Transición. Habría que preguntar al PSOE por qué durante tantos años de gobierno socialista no se tomó esta medida. Habría que preguntarle también cuándo va a desprenderse de los fantasmas de la historia, dejando las cuestiones del pasado a la historiografía especializada. O si en su desesperación actual no se le ocurre otra cosa que intentar desgastar al PP con el recurso demagógico a la llamada “memoria histórica”, alentado un espíritu de revanchismo que sólo beneficia a quienes tratan de demoler el edificio constitucional. Agitar el pasado es estéril e irresponsable. Lo que necesitamos es construir sobre la base de aquel reconocimiento recíproco que nos ha permitido avanzar como nación, y que ahora nos debe permitir afrontar nuevos y difíciles desafíos.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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