Madrid - Publicado el - Actualizado
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Francisco tiene muchos motivos para bendecir la fortaleza del pueblo chileno y sacar lo mejor de una Iglesia que en momentos recientes no se dejó vencer por el miedo. San Alberto Hurtado y el Cardenal Silva Henríquez son dos referentes eclesiales y sociales que tienen mucho que decir al pueblo y a la Iglesia en Chile. En las escasas horas que el Papa lleva en el país andino ya ha hecho memoria de aquel “gran pastor que tuvo Santiago”, ha hablado de reconciliación, y cómo no, del santo jesuita que marca el calendario del mes de agosto chileno. Y por si alguien lo dudada, ha pedido perdón por el escándalo de los abusos sexuales.
A Francisco no le gusta perder tiempo, habla claro y mira el sufrimiento de frente. Para testimoniarlo, ha visitado una cárcel de mujeres, donde ha ofrecido un impresionante testimonio al llamar a las internas a trabajar por su futuro, el de sus hijos y el de su país. Las que aparentemente no cuentan, las que por sus errores han sido recluidas y descartadas, están especialmente llamadas a gozar del protagonismo que merecen como hijas de Dios. Y ahí debe estar la Iglesia. Frente a los “determinismos cosificadores que matan la esperanza”, la Iglesia debe tender su mano, comprometerse en la promoción y acompañar para restaurar los vínculos dañados.