Error de contumacia

No invitar al Rey de España es un acto deliberado de un enorme poder simbólico

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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En marzo de 2019 el presidente López Obrador envió una carta al Rey de España y al Papa en la que exigía disculpas por los abusos cometidos durante la Conquista de México. No ha sido la única ocasión en la que el presidente saliente se ha pronunciado sobre la cuestión. En 2022, López Obrador decidió “poner en pausa” las relaciones México-España porque las energéticas españolas actuaban como si México fuera su feudo.

Nada parece haber cambiado de ayer a hoy. Claudia Sheinbaum, que tomará posesión el próximo 1 de octubre, ha invitado a 208 mandatarios extranjeros. Entre ellos no figura el Rey de España. Tras las elecciones de junio pasado, López Obrador declaró que, con Sheinbaum, “mujer inteligente, respetuosa, fraterna y conocedora de la historia de México” había una oportunidad de cambio. Parece que la nueva mandataria no está dispuesta a favorecer ese cambio, sino todo lo contrario.

No invitar al Rey de España es un acto deliberado de un enorme poder simbólico que enlaza con la línea mantenida por López Obrador y eleva a política de Estado un absurdo e injusto revisionismo histórico. México no existía en 1521 cuando Cortés tomó la capital del Imperio azteca. No se trata de sublimar las relaciones entre España y México, ni tampoco desconocer que ese mestizaje, origen del México de hoy, es el que permitió que México fuera, durante siglos, la Nueva España. Sheinbaum no es la propietaria de esa parte de la historia. Felipe VI no estará en el Palacio Legislativo el próximo día 1 de octubre, pero Sheinbaum tampoco podrá alterar un ápice la profunda sintonía entre los pueblos mexicano y español.

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