J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Francisco actualiza el mensaje de Fátima

La canonización de dos de los tres pastorcillos de Fátima actualiza, 100 años después, los mensajes de las apariciones marianas en este rincón de Portugal. Mensajes que, en absoluto, pueden entenderse en clave esotérica, ya que el fondo de lo que dicen es tan simple como que Dios no se desentiende de la historia de los hombres y que el camino hacia la paz consiste en volver nuestra vida hacia Él. Lo mismo, en definitiva, que leemos desde la primera página del libro del Génesis. Pero María es además esa madre que nos cubre con el manto de la luz de Dios, revistiéndonos de esa dignidad de hijos suyos. Así la presentaba ayer el Papa en Fátima. Una madre que es también el mejor antídoto contra la indiferencia ante el dolor ajeno y que nos envía al mundo para ser «una esperanza para los demás». Al mismo tiempo, Francisco advertía con dureza frente a esa idea supersticiosa de la Virgen como una especie de «‘santita’ a la que se acude para conseguir gracias baratas», o peor aún, como una madre misericordiosa que contiene la ira de un «Cristo, considerado juez implacable». Justamente lo que hace el rol materno de María es resaltar que Dios se ofrece al hombre con un amor sin medida que solo pide a cambio no ser rechazado, lo cual sitúa en el centro de nuestra relación con él la misericordia frente a «cualquier clase de miedo y temor». Así la Iglesia adquiere los rasgos de una gran familia. Y la figura de María es clave, porque con su intercesión y cercanía, sobre todo a los sencillos, ofrece esa cercanía afectiva y un camino seguro hacia Dios por la vía del amor.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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