J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Irracionalidad política

El autobús que ha hecho circular Podemos en las últimas horas por Madrid denunciando una supuesta trama, en la que se mezclan personajes muy variados que manejarían los hilos de España, ha merecido la crítica de todos los partidos constitucionalistas. Es lógico porque en su contenido y en su forma el autobús de Podemos es un acto de irracionalidad política. En la acusación, claramente contraria a la presunción de inocencia, se mezclan personajes investigados por corrupción con expresidentes del Gobierno y otras figuras políticas y periodísticas. La trama no deja de ser una teoría conspirativa etérea, una acusación sin precisión penal o política alguna, que quiere enardecer pasiones bajas contra la democracia y el Estado de Derecho. No es de recibo que uno de los principales partidos, en lugar de hacer política en el parlamento, se dedique a la propaganda sentimental contra las instituciones. Pero no seamos ingenuos, porque estos mensajes irracionales y con alto contenido simbólico tienen un efecto importante en ciertos sectores sociales, sobre todo entre los más jóvenes. En tiempos de descontento las teorías conspirativas tienen éxito. Por eso exigen una respuesta con fuerza pedagógica que muestre el valor de la buena política. Nuestro sistema democrático tiene que superar su aspecto tecnocrático, el desapego y la frialdad que siente parte de la ciudadanía.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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