J.L. Restán | Línea Editorial

Un manifiesto delirante

El secesionismo catalán se ha convertido en un ejercicio de representación simbólica en el que lo que menos importa es si se ajusta o no a la realidad a la que se refiere. Este domingo, en un nuevo episodio de un espectáculo estratégicamente calculado, han intentado hacer una demostración de fuerza con una concentración en Montjuic para empezar a preparar el terreno de cara al referéndum ilegal que el Gobierno catalán pretende llevar a cabo el próximo 1 de octubre.En esa realidad paralela que el independentismo construye nunca falta ni el dibujo del pueblo catalán como víctima, ni la identificación de ellos mismos con la Democracia, ni la omnipresencia un enemigo exterior y común sobre el que descargar las culpas y responsabilidades de lo que sucede. La realidad compleja se zanja luego con una supuesta única salida, en este caso votar, como han proclamado en el título del Manifiesto. En esa vergonzosa proclama, leída por Pep Guardiola, se han enviado mensajes velados, especialmente a los ayuntamientos, para que se salten la Ley, y se ha acusado al Gobierno español de conspiraciones y de poner en marcha una persecución política impropia de una democracia en la Europa del siglo XXI. El Gobierno sería el último responsable hasta de la ciénaga de corrupción en la que chapotean los principales dirigentes catalanes desde hace décadas. Por si fuera poco, en el delirante Manifiesto, terminan suplicando ayuda, sin rubor, a una Comunidad Internacional que ha dado sistemáticamente la espalda a las veleidades independentistas. Es lo que sucede cuando, perdido el sentido de la realidad, se termina por perder también el sentido del ridículo.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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