LÍNEA EDITORIAL
El miedo a la inmigración refleja nuestra debilidad
"Recoger a quien está en altamar, eliminar las concertinas o suprimir las devoluciones en caliente, no supone dejar de controlar la entrada a través de nuestra frontera"
Publicado el - Actualizado
1 min lectura
El Gobierno de España ha dado cumplimiento a las normas del derecho internacional y a los principios humanitarios más elementales de llevar a puerto seguro a quien está en peligro en el mar. El Aquarius llega a Valencia porque el líder de la Liga Norte italiana, Matteo Salvini, ha querido utilizar el caso para ganar apoyos de forma irresponsable y para fracturar aún más a los socios europeos.
Recoger a quien está en altamar, eliminar las concertinas o suprimir las devoluciones en caliente, no supone dejar de controlar la entrada a través de nuestra frontera. Salvar del mar no supone necesariamente otorgar un permiso de residencia. Ser humanitario, que no buenista, no es incompatible con el mantenimiento del control. Hay modos y modos de hacerlo. En toda Europa crece la sensación de que estamos siendo invadidos por inmigrantes que nos van a robar nuestro bienestar. Esta sensación, sin fundamento real, tiene que ver mucho con nuestra inseguridad como sociedad.
Europa tiene perfecto derecho a controlar sus fronteras, pero el futuro del Viejo Continente depende de la capacidad de acoger e integrar a los que vienen de fuera. La política migratoria de la Unión, dominada por las perplejidades que vivimos en muchas áreas, debería no dejarse llevar por temores ni populismos: debe garantizar seguridad en las fronteras, favorecer los viajes seguros a través de visados de trabajo, y comprometerse más seriamente en el desarrollo de África.