J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

Moix renuncia

La dimisión del fiscal anticorrupción Manuel Moix pone fin a meses de agitación judicial. Es verdad que lo mejor que podría pasarle al mundo de la judicatura es que los nombres de sus actores fuesen desconocidos, y que si se les conociese, fuera sólo por sus buenas decisiones en el ámbito de la aplicación de la ley. Desgraciadamente, y seguramente a su pesar, éste no ha sido el caso de Moix.Sabido que no hay causa penal contra él, ni siquiera un comportamiento irregular, no parece, sin embargo, que sea recomendable que un fiscal anticorrupción sea copropietario de una sociedad en un paraíso fiscal. Sumemos a eso la situación de desorden interno en que se encuentra la Fiscalía desde su llegada, aunque es difícil saber si obedece a su falta de mano izquierda o a su decisión de poner orden. Todo ello ha dado lugar a una mezcla explosiva que colocaba en difícil situación a su mentor, el Fiscal general del Estado, y al propio Gobierno.Su renuncia pude ayudar a serenar las aguas y clarificar el panorama, aunque algunos grupos políticos sólo desean aprovechar la ocasión del modo más grosero para continuar con sus fábulas sobre grandes tramas. Mientras, sigue pendiente la reforma de la Administración de Justicia, y la situación parlamentaria hace impensable que sea abordada en esta legislatura. Lástima, porque la sospecha es el peor enemigo de la Justicia.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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