J. L. RESTÁN | LÍNEA EDITORIAL

En la muerte de Liu Xiaobo

El 10 de diciembre de 2008, un total de 303 intelectuales publicaron una Carta pidiendo reformas políticas para la República Popular China. Uno de sus redactores y firmantes fue Liu Xiaobo. El régimen le detuvo, le juzgó y encarceló acusado de incitar a la subversión. En 2010 se le concedió el Premio Nobel de la Paz, que no pudo recoger. Falleció ayer, enfermo de cáncer y recluido en su casa.China es hoy un estado despótico que ha hecho del capitalismo su alma mater. El enriquecimiento se ha convertido en la razón de ser de su modelo socioeconómico sin que se abran brechas, aunque sea estrechas, por las que pudieran colarse aires de libertad política.La esposa de Liu Xiaobo le ha acompañado en este camino de resistencia a la dictadura, recluida en su casa, sin acceso a los medios de comunicación, sin teléfono y sin poder mantener contacto con el mundo. Ningún Gobierno del mundo libre, y ningún organismo de derechos humanos, consiguió el más mínimo beneficio penitenciario para Liu Xiabo y su esposa. Su vida fue de una extrema honestidad y coherencia. Eran dos de sus motores vitales, como declaró durante el juicio que le condenó a once años de cárcel. Había sido condenado por primera vez en 1989. Vivió sometido a vigilancia, silenciado y perseguido, pero nunca traicionó sus convicciones más íntimas. Hasta la hora de su muerte, y pese a todas las injusticias sufridas, Liu Xiabo se mantuvo firme frente a sus perseguidores: «No tengo enemigos. No conozco el odio». Descanse en paz.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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