J.L. Restán | Línea Editorial

La plaga de los incendios veraniegos

Acabamos de vivir el incendio más devastador de la historia de Portugal. Una semana después, son todavía muchas las incógnitas que quedan por resolver, en una catástrofe que le ha costado la vida a 64 personas. Con esas imágenes desoladoras del paisaje vecino reducido a cenizas, este fin de semana se ha desatado en la provincia de Huelva el primer gran incendio del verano en España, a las mismas puertas del Parque de Doñana. El calor y el viento cambiante han ido propagando un fuego que ha ocasionado ya la evacuación de más de dos mil personas. El trabajo de bomberos, militares y de numeroso personal especializado está siendo ímprobo, con una ejemplar coordinación entre administraciones. A estas alturas, ya pocos dudan de que los daños materiales y ambientales van a ser muchos, en un escenario que habrá que investigar con detalle, porque por desgracia tampoco puede descartarse la responsabilidad del llamado factor humano en el desastre. Cuando llegan estas fechas, y sobre todo cuando vienen acompañadas de una ola de calor tan importante como la que estamos sufriendo este año, hemos asumido que la plaga de los incendios veraniegos nos tocará también, de una u otra forma, a nosotros. Por eso es tan importante no bajar la guardia, perseguir con la ley en la mano, hasta las últimas consecuencias, a los responsables, y seguir aumentando los recursos en prevención, especialmente en una educación medioambiental de carácter integral. Esa que, en palabras del Papa Francisco, nos hace cuidar responsablemente la casa común y no pensarla solo desde un criterio utilitarista de eficiencia y productividad individual.

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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