Sábado Santo

Hoy es Sábado Santo, un día singular en la Iglesia católica. Las iglesias están vacías hasta que por la noche se celebre la Vigilia de Pascua. No hay celebraciones, domina el silencio. Ayer se celebró la muerte de Jesús. Hemos visto procesionar por muchas calles de España, en las últimas horas, imágenes que representan su cuerpo muerto. Todos esos pasos nos han recordado la muerte en el pasado del Nazareno y la muerte en el presente de muchos inocentes. Especialmente de aquellos cristianos perseguidos que lo son por el nombre de Jesús. Acaban de enterrar en Egipto a casi 50 coptos. Iraq, Siria, Pakistán, China, la India, Nigeria y muchos otros países son lugares en los que muchos pierden la vida por estar bautizados y por ser fieles a aquello en lo que creen. El Sábado Santo es un momento en el que Dios parece callar. Nos escandaliza a menudo cuánto espacio deja Dios al mal, a la libertad del hombre. Nos escandaliza el dolor de las víctimas de tantas guerras, ahora también de hambrunas, la humillación de los inocentes, las víctimas de la trata de seres humanos y de la violencia machista. Es misteriosa la existencia de tanta suciedad. ¿Hay algo más allá de tanta iniquidad? ¿Existe algún punto positivo que la desafíe con suficiente seriedad? Es la pregunta exigente que formula el silencio del Sábado Santo.