Madrid - Publicado el - Actualizado
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Como desagravio simbólico a los cristianos perseguidos y asesinados en diversos países, especialmente en Irak, Siria y Egipto, un empresario musulmán ha decidido levantar un gigantesco árbol navideño en el centro de Bagdad. Más allá de su simbolismo, esta iniciativa constituye un desafío al fundamentalismo islámico, del cual los propios musulmanes han sido las primeras víctimas. El árbol de Navidad, adornado con sus luces y estrellas, se ha convertido en un signo universal de la vida que eleva los corazones humanos a Dios. Por ello, el gesto del empresario de Bagdad tiene el gran valor de servir de consuelo para los perseguidos y rendir homenaje a la capacidad de respeto hacia los cristianos que mantienen muchos musulmanes.En estos días previos a la Navidad, un alto responsable de la Santa Sede, monseñor Antonio Camilleri, ha denunciado abiertamente en Viena, sede de la OSCE, la violación de la libertad religiosa en ciertos países islámicos, pero también la que se comete “de forma más elegante” en los propios países occidentales, comprometidos formalmente con su defensa. La libertad religiosa, definida por San Juan Pablo II, como el corazón mismo de los derechos humanos, se ve afectada por episodios de intolerancia y discriminación hacia los cristianos en los mismos países democráticos, muchas veces amparada por una libertad de expresión entendida como libertad para la ofensa, como bien sabemos en España. Europa también tiene que afrontar el desafío de la libertad religiosa, sin la cual no se construye una vida común rica y plural.