Madrid - Publicado el - Actualizado
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Celebramos hoy el 38 aniversario de la Constitución Española, que algunos grupos políticos parecen dispuestos a reformar, por razones tan dispares como contradictorias. A diferencia del fracasado empeño italiano por reformar su propia constitución, propiciada por el primer ministro Renzi para reforzar su poder tras la emergencia del populismo, en España el Gobierno ve con cautela cualquier intento de tocar el cuerpo legal que tan bien ha funcionado a lo largo de estos años. No obstante, las discrepancias de los dos principales partidos se han matizado estos días a partir de la casi olvidada “Declaración de Granada”, firmada por el partido socialista hace tres años. El Gobierno manifiesta sus dudas ante la convicción de que hoy ya no será posible un consenso básico como en 1978, para emprender unas reformas que terminarían en referéndum. Lo lógico es esperar a la recomposición interna del PSOE y que después se estudie hasta qué punto las previsibles reformas servirían para dar una solución definitiva al diseño territorial de España. La actual fragmentación parlamentaria, por otra parte, ya ha mostrado bien a las claras la dificultad de alcanzar un mínimo acuerdo a corto y medio plazo. Toda reforma tiene que madurar antes de intentarla, pero más importante es que todos los grupos parlamentarios estén de acuerdo en su contenido… a partir de una idea básica que no todos comparten: la unidad de España y la garantía de la solidaridad territorial.