Línea Editorial 26/02/2017
Contra los vientres de alquiler, en defensa de la dignidad humana
Madrid - Publicado el - Actualizado
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«Una explotación de la mujer y del niño, que se convierte en un objeto de consumo». Con estas duras palabras se refería esta semana a la maternidad subrogada el secretario general y portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo. Se trata de un debate hasta ahora inexistente, que ha cobrado fuerza al hilo del apoyo desde Ciudadanos y un sector del Partido Popular. Las técnicas reproductivas van a permitir o permiten ya posibilidades de concepción artificial hasta ahora inimaginables, pero la ciencia es incapaz de vislumbrar una alternativa al vientre materno. Hay mucho dinero en juego, a costa de convertir la maternidad y al propio niño en un objeto de alquiler o compraventa. La víctima puede ser una mujer de un país pobre, o una joven universitaria que se paga así sus estudios, pero la mercantilización de la maternidad y del niño repugna en todos los casos. De ahí que desde la CEE se insista en que «un hijo no es un derecho, ni un deseo» que satisfacer a cualquier precio, sino «un don». El problema es que muchos de esos presupuestos culturales y éticos se han venido aceptando ya de diversas maneras en parte de la opinión pública, ya sea con la legalización del aborto, que significa el derecho a disponer sobre la vida o la muerte del niño, con prácticas como la fecundación in vitro o con la consideración de la paternidad como un derecho, que reivindican los matrimonios entre personas del mismo sexo. Los vientres de alquiler son un paso más en esa evolución, que hay que seguir luchando por revertir porque niega la dignidad humana.