Madrid - Publicado el - Actualizado
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Aunque el mundo se abre cada día más a Cuba, la isla sigue sin abrirse al mundo. El cambio en Cuba debe esperar, pese a las expectativas que ha puesto la comunidad internacional para que se facilite el traspaso del poder a una nueva generación, que haga posible la democracia y un régimen de libertades en el que se garanticen los derechos humanos.La celebración del Congreso del Partido Comunista Cubano, en el que ha sido reelegido como secretario general por unanimidad el presidente Raúl Castro, ha vuelto a ratificar que los pasos hacia la limitación de poderes son cosméticos, y habrá que esperar para pasar esta página de la historia al menos hasta el año 2018. El secretismo que ha caracterizado la celebración del Congreso del único partido político de la isla, apuntala a la vieja guardia castrista, que está en el poder desde el año 1959. Una vieja guardia anclada en ideales comunistas, que sigue asentada en sus privilegios y continúa impidiendo la apertura. La reforma de la Constitución anunciada por Raúl Castro para fijar el límite a los mandatos de los altos cargos en diez años, no es más que el aplazamiento de la auténtica reforma que necesita el país. Cuba necesita un sistema democrático en el que el Estado de derecho sirva a los ciudadanos y facilite el progreso material y educativo en libertad de la población. Cuba sigue siendo una asignatura pendiente para el orden internacional democrático.