El desafío de trabajar unidos

La Conferencia de presidentes autonómicos, que a partir de esta edición pasará a celebrarse anualmente, ha estado marcada por el debate en torno a la financiación y por la ausencia de los presidentes de Cataluña y del País Vasco. En las ausencias hay un evidente afán de notoriedad y un deseo de situar la discusión política a otro nivel. Ha hecho bien el Gobierno en dar un perfil bajo a los desplantes y en recordar, simplemente, que quienes no han asistido han perdido una oportunidad única de tratar los temas que de verdad importan a los ciudadanos a los que representan, y que no podrán gestionarlos, como es su pretensión, en una relación bilateral con el Estado. En cualquier caso hay que valorar en su justa medida la Conferencia, en función de lo que en ella se hace y no de quienes tratan de boicotearla. En este sentido, es importante en sí misma la imagen de unidad y de trabajo compartido que se transmite. Es mucho más inteligente trabajar unidos, en un panorama incierto que exige altura de miras, más allá de discutir sobre el reparto económico de la tarta. Hay en el horizonte reformas de calado, encaminadas a crecer y a seguir creando empleo. Y existe también la necesidad de afrontar conjuntamente fenómenos que seguirán siendo decisivos en los años venideros, por ejemplo el de la inmigración, para entenderlos adecuadamente como una oportunidad y no permitir que las fisuras internas abonen el terreno para el crecimiento de todo tipo de populismos y extremismos.