Madrid - Publicado el - Actualizado
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Tarde o temprano, era previsible que Arnaldo Otegi recuperara el tiempo perdido. El paso por la cárcel le ha servido para diseñar una estrategia de lanzamiento político que se proyecta hacia el año 2021. Antes no es posible, porque el secretario general de Sortu está inhabilitado hasta ese momento para ostentar cualquier cargo público.No parece que las prisas angustien a Otegi y a sus compañeros. Él es el “deseado” para liderar Bildu y llegar a Lehendakari. En su gira de promoción, Otegi cuenta con la televisión, en un ejercicio lamentable de banalización, así como con amigos europeos que desde Bélgica a Irlanda, pasando por Gran Bretaña, han mostrado su intención de acompañar a quien militó en las filas del terrorismo etarra y confiesa no arrepentirse. El mundo se ha vuelto loco si es capaz de confundir a la víctima con el verdugo y a la paz con la violencia. Otegi no es un campeón de la paz, sino alguien que defendió la violencia terrorista, y que hoy la considera disfuncional. Nuestro mayor problema, sin embargo, no es Otegi, que también, sino la claque que le ha convertido en un reclamo publicitario bajo la falsa apariencia de noticia de interés. No es preciso esperar a saber qué dirá Otegi en sus varias comparecencias, porque él, como tantos de los suyos, jamás ha cambiado su discurso. Algo anda mal cuando personajes como Otegi producen una extraña fascinación en amplios sectores de nuestra sociedad.