Madrid - Publicado el - Actualizado
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Dos equipos españoles disputan esta noche la final de la Champions en el estadio de San Siro de Milán. No se habla de otra cosa en las últimas horas en España. Los más pesimistas podrían argumentar que la fascinación que ejerce un partido de fútbol es la vieja fascinación que ejercía en Roma el circo: una noche de distracción, de simplicidad emotiva. De esa tensión que produce identificarse con los propios colores y estar pendiente de una victoria que no solo depende del mérito, también del azar.Hay más que circo en el fútbol. El deseo de pan y juego tiene una parte muy legítima, es el deseo de una vida buena. Puede ser escape, pero también muchas otras cosas: fútbol es también competir con unas reglas, colaborar con un equipo, saber ganar y saber perder. Una catarsis como la de esta noche nos viene bien porque nos puede ayudar a relativizar diferencias que nos tomamos más en serio, rivalidades que no son la de los colores de un equipo, sino las de las ideologías.El vencedor de esta noche será un equipo español. Es difícil imaginar un sector que haya hecho más en favor de la marca España en el mundo que el del fútbol. En muchas regiones del planeta nos sitúan en el mapa gracias a nuestros equipos o a sus jugadores. El juego también nos devuelve lo que muchas veces hemos perdido en la política o en la vida social: la identidad común.