El horror de la guerra y la esperanza libanesa

El Papa Francisco se ha convertido casi en la única voz autorizada que no deja de denunciar con rotundidad la situación mundial y que pide que se ponga fin a las guerras

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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El Papa Francisco se ha convertido casi en la única voz autorizada que no deja de denunciar con rotundidad la situación mundial y que pide que se ponga fin a las guerras, cada vez extendidas de manera más preocupante por tantos lugares.  

Este domingo, tras el habitual Ángelus en la Plaza de San Pedro, nos ha vuelto a decir, con la claridad que acostumbra, que precisamente a lo que no podemos acostumbrarnos es al horror de la guerra. Que ejemplos como el tratado de amistad y de paz entre Argentina y Chile, que ahora cumple 40 años, deben marcar el camino, y que el escenario de la anhelada paz debe extenderse, entre otros tantos lugares, a Palestina e Israel, a Siria, donde ha vuelto a estallar el conflicto, y a la martirizada Ucrania, que con el foco en otras guerras que se recrudecen corre el riesgo de caer en nuestro olvido.

En este contexto, ciertamente desolador, las recientes noticias que nos llegan de El Líbano son esperanzadoras. Ojalá que pronto se elija a un Presidente de la República y que las instituciones vuelvan a encontrar su funcionamiento normal, para proceder a las reformas necesarias y asegurar al país su papel de ejemplo de coexistencia pacífica entre diferentes religiones.

Como ha subrayado el Papa, el alto el fuego en el país libanés es una ocasión para alegrarnos y para recordar que hay esperanza. La experiencia nos muestra que la hay, que el camino de la guerra es un camino equivocado, que ofende a Dios y a la humanidad, y que, independientemente de quien salga victorioso del conflicto, la guerra es siempre una derrota para la humanidad entera.

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