Una iglesia que recoge el grito de la humanidad
"Vivir es siempre ponerse en movimiento, caminar, soñar, hacer proyectos, abrirse al futuro"
Madrid - Publicado el
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El Papa ha clausurado este domingo la segunda asamblea del Sínodo de la Sinodalidad, con una Eucaristía solemne en la Basílica de san Pedro. Francisco nos ha recordado que no necesitamos una Iglesia paralizada e indiferente, sino una Iglesia que, como el ciego Bartimeo, deje a un lado la resignación, confíe al Señor sus cegueras, se ponga de pie, recoja el grito del mundo y se ensucie las manos para servirlo. Exactamente, a esto nos exhorta un Sínodo como el que se ha celebrado, que nos pide no ir por libre, sino hacer camino juntos, como comunidad de discípulos, que despierta al oír pasar al Señor. Porque para vivir de verdad no podemos permanecer sentados. Vivir es siempre ponerse en movimiento, caminar, soñar, hacer proyectos, abrirse al futuro. Nuestro tiempo nos presenta sus propios desafíos y más allá de los acentos particulares que cada uno pueda poner en el diagnóstico, de lo que no cabe duda es de que hay demasiadas urgencias en la evangelización y demasiadas heridas abiertas que afligen a la humanidad, como para quedarnos sentados, esperando a que otros vengan a solucionarlo. Sería hermoso, como ha dicho el Papa, si el Sínodo nos impulsara a ser comunidad de discípulos que, oyendo al Señor que pasa, percibe la conmoción de la salvación, se deja despertar por la fuerza del Evangelio y recoge el grito de todos, incluidos los alejados o los indiferentes, o aquellos cuyo grito es silencioso, tienen la voz quebrada o no tienen voz, porque no se les quiere escuchar o porque ya se han resignado y necesitan, como el que más, que alguien les acompañe en ese grito y les muestre el camino de la alegría del Evangelio.