La imposible paz en Tierra Santa

Desde la fundación del Israel moderno, en 1948, tras el holocausto sufrido por los judíos bajo el régimen nazi, la paz apenas ha tenido una oportunidad seria de asentarse en Tierra Santa, a pesar de los múltiples planes elaborados con la mediación internacional. La temprana muerte del líder palestino Yaser Arafat acabó con las esperanzas de formalizar los famosos acuerdos de Oslo que, con el tiempo, han quedado en agua de borrajas. El caso es que en estos días en que lo judíos han empezado a celebrar su propia Pascua, el Pesah, y los musulmanes culminan el mes de Ramadán, dos festividades que debieran llamar a la concordia, la llama del odio ha vuelto a encenderse tras la invasión de la mezquita de Al Aksa por parte del Ejército israelí, so pretexto de que allí se escondían armas.

La reacción palestina ha generado una nueva escalada de violencia sin que nadie vislumbre el camino que podría conducir a la estabilidad. La tensión de estos días, que coincide también con la Semana Santa cristiana, no es nada nuevo, pero se ha visto agravada con la actuación del Gobierno de Netanyahu, formado por extremistas políticos y religiosos que pretenden seguir con la ampliación las colonias judías en Cisjordania. El asalto y profanación de la mezquita del Al Aksa, uno de los tres lugares más santos del mundo islámico, ha venido a quebrar la norma de respeto de aquel lugar como una advertencia de Israel de que se avecinan tiempos todavía más duros para la tierra donde tuvieron lugar los hechos que en este Jueves Santo comenzamos a celebrar.