Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Los primeros refugiados de la guerra siria y de otros conflictos que ensangrientan África y Oriente Medio, están llegando estos días a nuestro país. Forman parte del compromiso del gobierno español con las autoridades europeas. No se deben escatimar esfuerzos y medios para articular la acogida, con especial cuidado de las necesidades de los grupos más vulnerables. El recibimiento de estos primeros refugiados, que se distribuirán por varias comunidades autónomas, no debe ser una operación de maquillaje sino un ejercicio de solidaridad real, en el que está implicada toda la sociedad española, con el concurso de diversas organizaciones de probada trayectoria y vocación. El gobierno español debe insistir también en los foros europeos para que se abran rutas legales y seguras para la llegada de los refugiados, sustrayéndolos de las garras de las mafias que comercian con su desamparo. La mayor parte de la sociedad española tiene claro que se trata de una emergencia humanitaria. Los refugiados no son una amenaza; son personas que reclaman el compromiso ético de todos. La política existe para crear instrumentos adecuados para resolver los problemas, pero esa política tiene que alimentarse de una mirada verdadera sobre lo humano. La conciencia cristiana no olvida la frase del Evangelio: “Fui forastero y me acogisteis”.