Misericordia, el mensaje de la Iglesia para el mundo

«Dios es más grande que nuestro pecado», decía el Papa días antes de este Domingo de la Divina Misericordia. Francisco ha hecho de la misericordia el eje de su pontificado. Estamos en pleno jubileo extraordinario, en el que el Santo Padre se propone afianzar este mensaje, y no pierde ocasión de mostrar con su propio ejemplo el camino para una Iglesia que concibe como «hospital de campaña» y que debe mostrarse especialmente cercana a las personas que sufren, ya sean refugiados, ancianos solos o familias rotas. «Para mí es un signo de los tiempos el hecho de que la idea de la misericordia de Dios sea cada vez más central y dominante», ha dicho en una reciente entrevista el Papa emérito, Benedicto XVI, alabando la línea pastoral de Francisco. En la segunda mitad del siglo XX, esta convicción ha caracterizado la acción de la Iglesia. A la vista de las consecuencias de las guerras mundiales, del hambre en el mundo o de infiernos sobre la tierra como Auschwitz, los últimos Papas han proclamado que el mal no tiene la última palabra. El amor de Dios es más fuerte, pero es un amor que en absoluto contradice a la justicia, aunque sí la supera. «No hay misericordia sin verdad», decía esta semana, durante un congreso en Roma, el cardenal Schönborn, que presentará el viernes la esperada exhortación de Francisco sobre la familia. El modelo está en el Evangelio. Jesús no aprueba los actos de la adúltera, pero la libra de ser lapidada, y con su ternura y compasión hace posible que cambie de vida.