Operación Gàbia

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Operación Gàbia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Puigdemont aseguró que estaría en Barcelona el día de la sesión de investidura de Salvador Illa. Lo que no dijo es si iba a estar presente en el Pleno ni si su propósito era regresar a Bélgica. Le bastaba con hacerse presente para reivindicar, de manera caudillista y carismática, que él, y solo él, engarza de manera legítima con el único Gobierno que, aunque fuera por segundos, declaró hace siete años la independencia de Cataluña. De paso, Puigdemont quería desafiar públicamente al Tribunal Supremo y al juez Llarena. Y todo, debidamente pactado con el presidente Sánchez. Cada día está más claro que ambos se necesitan y, no solo eso, comparten una noción fullera y ventajista de la política. Pedro Sánchez, sin ningún tipo de miramiento, procura obtener siempre ventaja personal de todos los tratos a los que llega. Puigdemont pacta con Sánchez porque es el único que está dispuesto a permitirle seguir en el candelero de la política.

Si los pactos fiscales suponen el cambio de la estructura institucional por la puerta de atrás, si la ley de amnistía adultera el principio de legalidad y si el Tribunal Constitucional vive enfeudado y dependiente de los dictámenes de Sánchez, no importa. Lo único verdaderamente importante es que Sánchez siga presidiendo el Gobierno de España y que la claque del presidente no deje de repetir, a diestro y siniestro, que el gran logro de Sánchez es evitar que VOX ocupe un lugar más destacado en la política española. La verdadera jaula no es la operación policial para detener a Puigdemont, sino la jaula política en la que Sánchez ha metido a la vida política española.

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