Madrid - Publicado el - Actualizado
1 min lectura
Perdido en un laberinto del que no ha sido posible sacarlo después de setenta años y de cinco guerras, el conflicto palestino-israelí ha venido a complicarse aún más con la visita a Washington del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Hasta ahora, Estados Unidos ha centrado sus esfuerzos diplomáticos en apoyar la solución basada en el establecimiento de dos Estados soberanos. En las dos ultimas décadas, esta posibilidad ha sido vista por la comunidad internacional como la mejor salida posible para la paz en el Cercano Oriente. También los papas han abogado intensamente por esta solución, y Francisco lo subrayó, al invitar a los presidentes israelí y palestino a plantar un olivo de paz en los jardines del Vaticano.Bien es verdad que todos estos esfuerzos se han estrellado siempre con la política expansionista de Israel, empeñado en construir nuevos asentamientos para sus colonos en tierras palestinas. El nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, viene a echar más leña al fuego admitiendo, por primera vez, que la solución de los dos Estados puede cambiarse por la de uno solo. La idea sería incorporar, sin más, las tierras palestinas a la soberanía de Israel, cumpliendo así el sueño judío desde que la ONU propuso la partición de Palestina poco después de la II Guerra Mundial. Aunque de momento tan solo se hable de una posibilidad, la iniciativa de Trump puede provocar una vorágine en Oriente Medio de consecuencias imprevisibles.