El peligroso camino de la cultura del descarte

En su discurso a la Pontificia Academia para la Vida, el Papa Francisco ha denunciado la tendencia de nuestra sociedad a olvidar la interdependencia entre los seres humanos, puesta de manifiesto con especial claridad durante todo este tiempo en el que estamos sufriendo la primera pandemia global de la historia. Esa peligrosa deriva ha provocado consecuencias que afectan a ámbitos cruciales como son los de la salud y la promoción de la vida. En estas circunstancias, el clamor de los pobres se hace evidente porque se convierten en las principales víctimas. Por un lado, la precariedad de las condiciones higiénicas y sanitarias causa cada año en el mundo millones de muertes evitables. Si comparamos esta situación con la preocupación causada por la pandemia de covid-19, vemos que la percepción de la gravedad del problema y la correspondiente movilización de energía y recursos es muy diferente.

Por otro, arrastrada por esa cultura del descarte que tanto denuncia el Papa, nuestra civilización niega la esperanza, especialmente a los vulnerables, con caminos como el aborto o la eutanasia. Negamos la esperanza de los niños que nos traen la vida y que nos hacen salir adelante, y negamos también la esperanza que está en las raíces que nos dan los mayores. Este es un peligroso camino que la humanidad no debe recorrer. Francisco ha pedido a las instituciones católicas, como universidades y hospitales, que resistan con coraje a esa deriva, y que ofrezcan un sólido testimonio a favor de la cultura de la vida.