Madrid - Publicado el - Actualizado
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Mientras se suceden las tragedias ligadas al tráfico de inmigrantes, Libia sigue inmersa en un conflicto bélico que enfrenta al gobierno reconocido por la ONU, instalado en Trípoli, y al mariscal rebelde Jalifa Haftar, sostenido por Rusia, Egipto y los Emiratos Árabes. La guerra abierta entre los dos bandos en que quedó dividido el país norteafricano desde la caída del régimen de Gaddafi ha entrado en una fase de mayor confusión al decidir Turquía el envío de tropas y armas en apoyo del Gobierno de Trípoli, al tiempo que el rebelde Haftar tomaba Sirte sin apenas resistencia. Rusia y Turquía se pusieron de acuerdo para convocar en Moscú una conferencia de mediación a la que asistieron las dos partes enfrentadas y que terminó ayer sin acuerdo, con la marcha de Haftar.
El conflicto libio, complicado por la afluencia de inmigrantes subsaharianos y el desplazamiento de civiles que huyen de las zonas de guerra, está siendo objeto de una pugna en la que Turquía y Rusia, ante la impotencia de la ONU y de la Unión Europea, tratan de influir desde puntos de vista opuestos. Todo ello en un avispero que conforman la guerra inacabable en Siria, la inquietante situación en Irak y la compleja crisis política libanesa. Entre tanto miles de inmigrantes se concentran en verdaderos campos de la muerte en Libia, a la espera de cruzar el Mediterráneo. Falta una visión de largo alcance para afrontar este drama.