Madrid - Publicado el - Actualizado
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A pocos días de su toma de posesión, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha admitido en parte la veracidad de los informes elaborados por los servicios de inteligencia sobre la piratería informática ordenada por Vladimir Putin durante la campaña electoral. Lo que no ha quedado nada claro es hasta qué punto ese espionaje ha podido favorecer en las urnas a Trump, aunque haya tenido como efecto colateral que se dude de la solidez de la propia democracia norteamericana. Sí ha quedado patente que la primera potencia del mundo, como ya ocurrió con el escándalo de WikiLeaks, no parece capaz de garantizar la seguridad de los sistemas informáticos controlados por el Gobierno, lo cual no deja de ser inquietante.Pero también suscita alarma que se estén utilizando los informes de los servicios de inteligencia para alimentar una especie de “guerra fría” e impedir el acercamiento diplomático entre ambos países sobre el cual quiere que pivote su política internacional el nuevo presidente. De hecho, la llegada de Trump a la Casa Blanca va a abrir muchas incógnitas sobre la estabilidad mundial.La ambición imperial demostrada por Vladimir Putin plantea a occidente nuevos retos para la siempre compleja relación con Rusia. Ahora Putin plantea un acercamiento entre Moscú y Washington lleno de interrogantes, aunque puede tener algunos efectos positivos inmediatos. En primer lugar, una coordinación más eficaz en la lucha contra el terrorismo yihadista, y como consecuencia directa, el fin de la guerra de Siria, hasta ahora alimentada por los intereses enfrentados de ambas potencias.