Madrid - Publicado el - Actualizado
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El nuevo asalto de inmigrantes subsaharianos a la valla de Ceuta parece responder a una estrategia de tensión del vecino gobierno en las fronteras europeas como consecuencia de una desavenencia en la aplicación de los acuerdos agrícolas entre Marruecos y Bruselas. El pasado mes de diciembre el Tribunal de Justicia de la Unión Europea puso fin a una larga batalla jurídica y política que enfrentaba al Gobierno de Rabat y al Frente Polisario, al dar la razón a este último que se oponía a la importación de mercancías producidas en territorio saharaui. La primera reacción del Gobierno marroquí fue la amenaza de relajar su papel de gendarme de las fronteras europeas, que obviamente, afecta directamente a España. Así, el pasado día 6 ya se produjo un primer asalto de la valla de Ceuta al que han seguido otros como el masivo de la madrugada de ayer lunes. El territorio del Sahara está administrado por Marruecos desde 1975, en espera interminable de un referéndum de autodeterminación dispuesto por Naciones Unidas. El viejo conflicto reverdece de manera insospechada, justo a los pocos días del retorno de Marruecos a la Unión Africana, de la que había desertado a raíz del reconocimiento por la organización de la República Árabe Saharaui. Lo dramático es que los inmigrantes subsaharianos, victimas durante largos años de las mafias organizadas, han pasado a convertirse en una mercancía más en la que juegan como chantaje los intereses comerciales, sin que se haya abordado a fondo la solución humana que exige la imparable corriente migratoria.