Trump: el seísmo que viene

El seísmo político desencadenado por la elección de Donald Trump está lejos  de mostrar todas sus consecuencias. La rueda de prensa de ayer apenas  ha servido para aclarar algunas de las polémicas suscitadas sobre el espionaje informático, las filtraciones de los servicios de inteligencia y la admisión por Trump de las interferencias rusa, británicas y de otras nacionalidades. Nada nuevo bajo la penumbra de dudas que acompaña al nuevo inquilino de la Casa Blanca. En todo caso algunas polémicas se están quedando viejas. La elección de Trump ha sido todo lo correcta y legítima que permite el sistema. Lo que importa ahora es hasta qué punto está dispuesto a cumplir sus promesas, entre ellas la construcción del muro que separe Estados Unidos de México, costeado por las remesas de los inmigrantes. No deja de resultar curioso que hayan bastado sus intenciones de aplicar una política proteccionista para que las grandes empresas del motor anuncien sustanciales inversiones dentro del país y el desmantelamiento de otras que se beneficiaban de bajos impuestos y  bajos salarios en el marco de la globalización.El objetivo de Trump, como volvió a poner de manifiesto ayer, es devolver a Estados Unidos su influencia política y económica como primera potencia mundial. De nada valen las críticas previas para desacreditarlo, porque nadie puede ya impedir que ocupe el despacho oval. Trump será juzgado por lo que haga dentro y fuera de su país a partir de su toma de posesión, y por supuesto, tendrá que afrontar las consecuencias.