Madrid - Publicado el - Actualizado
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Con frecuencia el ejercicio del periodismo se convierte en un juego de adivinación, de anuncio de catástrofes o felicidades. Estos días, el juego se centra en los supuestos seísmos que va a provocar el nuevo presidente de los Estados Unidos. Incluso se han producido ya masivas manifestaciones anti-Trump, en las que han ocupado las primeras filas los movimientos feministas ante el temor de que algunas de las leyes consideradas “progresistas” vayan a ser reformadas. Más llamativo aún resulta el agrio debate abierto sobre el trato despectivo del propio Trump y sus portavoces a los medios de comunicación hostiles a sus ideas.Es evidente que algunos profesionales, y sobre todo algunas empresas, cultivan sectores concretos de la sociedad desde una perspectiva claramente ideológica, que en ocasiones se traduce en programas basura. Pero una descalificación global del periodismo, realizada por quien detenta el poder político y se siente incómodo con la crítica, es un puro disparate.El debate debería tener más vuelo, y ocuparse de auténtica responsabilidad de los medios en un momento de fuerte polarización, de pérdida de raíces y de certezas compartidas. Por desgracia no son infrecuentes los casos en que se utiliza la libertad de expresión como patente de corso para la ofensa y la infamia, con olvido de los principios deontológicos que regulan la profesión, empezando por la busca de la verdad, que es la esencia del periodismo. Dicho sea en homenaje a nuestro patrón, San Francisco de Sales, cuya fiesta celebramos hoy.