Madrid - Publicado el - Actualizado
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La Iglesia en salida que alienta el Papa Francisco tiene un nuevo nombre propio: la isla griega de Lesbos, lugar de la peregrinación del Pontífice el próximo sábado. Esta isla se ha constituido en símbolo de la quiebra de humanidad que representan las migraciones contemporáneas, un pueblo que vaga por la tierra en búsqueda de condiciones dignas de vida que con frecuencia no alcanza. Hasta esa frontera de incertidumbre y dolor, Francisco quiere llevar el abrazo de la esperanza para miles de refugiados. Un abrazo del mundo cristiano, de Oriente a Occidente, significado en la unidad del Papa con el Patriarca Ortodoxo de Constantinopla, Bartolomé I. De este modo la visita se convierte en un gesto ecuménico de primera magnitud, ya que permite ver a los cristianos unidos en el servicio de la caridad y la acogida a los más vulnerables. Esta visita enviará también un mensaje fuerte a una Europa desorientada y asustada, que ante sus divisiones e incapacidad, ha apostado por cerrar sus fronteras y repatriar a quienes buscan refugio a sus países de origen. Esta decisión expresa el riesgo de decadencia de un continente que ha abandona los valores que le construyeron. Lesbos será el escenario en el que Francisco y Bartolomé, sucesores de los apóstoles Pedro y Andrés, recuerden a la humanidad que lo que mueve a los pueblos no es la desesperación, que engendra violencia, sino la esperanza. Y que Europa encontrará su camino cuando sepa acoger a quien llega a sus puertas con generosidad y sin cálculos políticos o estratégicos.