Madrid - Publicado el - Actualizado
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Con el anuncio de una tercera ola de contagios y con la esperanza en las vacunas, despedimos este 2020 que pasará a la historia como el “año de la pandemia”. Según los últimos datos, han sido cerca de dos millones de personas las que han muerto por el virus en todo el mundo, de ellas unas 75.000 en España, unos datos que reclaman la mayor responsabilidad de todos. Este año nos ha enseñado que somos vulnerables y que nuestra vida física puede pender de una partícula invisible, pero también que en el corazón del hombre habita un deseo de bien y de verdad, una esperanza invencible.
También hemos comprobado la fragilidad de los sistemas mundiales frente a pandemias como la que sufrimos, que no se resuelven con ademanes populistas ni prejuicios ideológicos. De poco han servido las recetas y las mentiras confortables de los ideólogos de turno. Esta crisis nos obliga a redescubrir el fondo de lo humano, que es siempre apertura al Infinito. Nos empuja a construir la cultura de la solidaridad, a trabajar juntos más allá de clichés ideológicos, a mejorar la cooperación entre la iniciativa social y los Estados. 2021 nos va a ofrecer la oportunidad de vivir con más la realidad de la familia, como ha subrayado el Papa al convocar un Año especial dedicado a ella. Al quitar la hoja final del calendario, tendremos un buen momento para hacer memoria, no para protestar y maldecir, sino para reconocer, a través de la fatiga y el dolor, que la vida humana es siempre un gran bien. Por eso es justo y realista desear feliz año nuevo.