Un año ayudando a su familia ucraniana desde Madrid

Anna lleva 17 años viviendo en Madrid pero toda su familia permanece en Ucrania. Ninguno ha abandonado el país y ella les manda cada semana todo lo que puede.

Gloria López Navas

Publicado el - Actualizado

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En este largo año desde que estalló la guerra en Ucrania, la Comunidad de Madrid ha acogido a más de 23.500 ucranianos. De ese total, 17.500 refugiados, en su mayoría mujeres y niños, han sido atendidos por los servicios públicos de nuestra región.

Anna no forma parte de estas estadísticas porque ella llegó a Madrid hace 17 años pero tiene a toda su familia en Ucrania. Una familia a la que intenta ayudar en todo lo que puede desde nuestra ciudad.

Estos días los está viviendo con mucha más preocupación. En Ucrania siguen su padre, sus dos hijas y sus tres nietos. Ellos tienen la suerte de que están cerca de la frontera con Polonia, es decir, en una zona que no ha sido tan devastada todavía por los combates, pero estos días se esperan lo peor por parte de Rusia.

De ahí que desde hoy y hasta el lunes hagan vida únicamente en los refugios. No hay colegios, ni transportes y no se puede salir a trabajar. Y aunque, al vivir en una zona rural, cosechan muchas frutas y verduras, desde que estalló la guerra, Anna les manda cada semana todo lo que puede desde Madrid, como ella misma nos ha contado a Cope: “Esta semana quería mandar algo pero mi hija me ha dicho que mejor que no”. Cada envio le cuesta 2,50 euros por kilo pero gracias a ella, sus nietos reciben todas las semanas “macarrones, arroz y aceite”.

Hace dos semanas que han recuperado la electricidad pero Anna les tuvo que mandar en diciembre un generador eléctrico de gasoil, ya que han pasado la etapa más cruda del invierno, con nieve hasta la rodilla y temperaturas de 16 grados bajo cero, sin electricidad ni calefacción.

Ahora no hace tanto frío allí pero lo que no cambia son los constantes avisos de las sirenas. “Las sirenas suenan cada día, hoy han estado sonando tres horas. La semana pasada atacaron mi pueblo con varias bombas. Mi nieta lo grabó en vídeo. Pero, de momento, todos están vivos”, nos confiesa visiblemente emocionada.

Anna les ha ofrecido muchas veces venirse a Madrid con ella pero no quieren abandonar el país. Su padre dice que ya es muy mayor y que si tiene que morir, que sea en su país. De hecho, como nos confiesa Anna con angustia, "ni baja ya al refugio cuando suenan las sirenas".

Sus hijas, por su parte, no quieren abandonar a sus maridos. Ellos no pueden dejar el país porque, por edad, han sido reclutados para hacer labores de vigilancia: “Ellos patrullan en mi pueblo día y noche. Cada siete horas se cambian las brigadas. Controlan los papeles de todos los coches y detectan a muchos rusos que van a controlar donde están las estaciones de luz, de gas, de agua, e, incluso, el colegio… para luego atacarlas”.

Y aunque a nosotros, desde Madrid, nos parezca una situación propia de una película, desgraciadamente, no lo es.