DOMUND 2017
El sacramento más grande es la vida
Conoce la historia de Roberto Ábalos, un misionero dominico español en la Amazonia peruana
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Sigue con el mismo entusiasmo y con la misma ilusión de hace trece años, cuando llegó a la misión de Koribeni, en la Amazonía peruana, tras nueve en Guatemala. Roberto Ábalos es un misionero dominico que transmite fuerza, energía y vitalidad, y disfruta con lo que hace. Le gusta caminar por la selva al encuentro de la gente, al encuentro de los machiguengas, la etnia que habita en el Alto Urubamba. “Es un mundo inexplorado, exige esfuerzo físico, pero compensa, es gratificante”, me cuenta. Ejerce su misión con gusto, no le cuesta. Para él “el sacramento más grande es la vida”.
Generalmente va solo a las comunidades y los machiguengas salen a su encuentro. Conoce muy bien los caminos. Horas en coche, horas a pie por la selva o en bote por el río porque es la única manera de llegar. Y a veces, hay que bajarse porque el bote no puede con los pasajeros y los remolinos del río. Parece de película, pero es la pura realidad, y no es sencillo. La travesía, de vez en cuando, da sorpresas. Pero este mes de agosto, como todos los veranos en los últimos años, Roberto Ábalos no iba solo. Le acompañamos varios voluntarios. Vivimos y caminamos por la selva, en comunidades machiguengas. Nos ofrecieron su hospitalidad y compartimos sus costumbres. La lluvia nos acompañó todas las noches, no faltó ni una. La sentimos, pero no la sufrimos. El paisaje, espectacular, era conocido para mí. Estuve en Koribeni hace tres años, y entonces me impactó lo que vi y viví. Me reencontré con algunas personas, y sobre todo con los niños, algo cambiados ya, pero sin perder su naturalidad.
Roberto Ábalos es un gran conversador y se puede hablar con él de muchas cosas. No olvida su etapa en la radio, en Radio Popular de Valladolid en los años setenta, cuando este misionero navarro hablaba de cine. Entonces estudiaba Teología. Ahora le preocupa la situación de las misiones y el deterioro de la selva peruana. Lleva la Misión en su corazón y lucha para que los indígenas machiguengas tengan una vida mejor, con Educación, Sanidad, alimentación o viviendas dignas. Hay comunidades muy alejadas, en espacio y tiempo, a las que sólo llega el Padre Ábalos. Intenta garantizarles un mundo mejor. Pudimos ver que lo consigue, aunque todavía les falta mucho. Pero esas carencias son responsabilidad del Estado.
Este dominico destaca el papel de los laicos. Hacen falta vocaciones. El misionero de hoy no tiene que llevar sotana o toca, asegura el Padre Ábalos. “Puede ser aquél que ejerce su profesión con vocación, en el sentido de solidaridad, de dar. Todos tenemos que unir esfuerzos”. Desde aquí, desde España, todavía se ve lo idílico de la Misión, pero allí no se ve tan idílica. Son muchos los problemas. Y no hay que ir lejos, “hay que exiliarse de uno mismo para acoger a los demás en el corazón”, asegura Roberto Ábalos. La Misión está allá donde estemos y “quizá, hoy, en Europa, sea más difícil que en estos pueblos”, dice.
Además, en la misión ya no están sólo el misionero y el indígena”, manifiesta. “Se explotan los recursos naturales, mucha gente va al olor del gas, al brillo del oro y al valor de la madera. Hay una colonización feroz de la Amazonía y el misionero encuentra mayor dificultad”. Las comunidades se secularizan. Reconoce que es legítimo que los habitantes de la selva quieran mejorar, como en todos los sitios, pero la Amazonía se está debilitando, la explotación es abusiva. Y en muchos casos, pero muchos, esos abusos llevan a enfermedades y a que desaparezcan derechos humanos. Por eso considera muy oportuna la vista del Papa Francisco en enero a Perú, a Puerto Maldonado, en Madre de Dios, el Vicariato Apostólico que llevan los Dominicos, el Obispo español David Martínez de Aguirre. Un gran regalo.
Patricia Rosety