Abordar la covid sin penalizar a otros pacientes: reto del cambio estratégico
La normalización o gripalización del virus implicará cambios organizativos
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Con los contagios en caída generalizada, la inmunización por los más de cinco millones de infecciones propiciados por Omicron y por la amplia cobertura vacunal y, después de dos años de pandemia, ha llegado el momento de cambiar la estrategia frente al COVID. Así lo recoge el último informe COPE en el que los expertos consultados apuntan a marzo como el momento adecuado para dar el salto.
La normalización o gripalización implicará cambios organizativos en los que Sanidad y las Comunidades Autónomas llevan semanas trabajando y convivir con la COVID de otra manera sin penalizar a quienes sufren otras enfermedades.
Supone un claro giro a la estrategia frente a la pandemia y España lo ha propuesto hace algo más de un mes a la Unión Europea sin que haya habido grandes avances. Asumir que el COVID va a estar entre nosotros pero que la situación hace ahora posible afrontarlo de otra manera. Es lo que se ha denominado como gripalización y tiene defensores y detractores.
Pasar de un modelo de crisis a otro de control “es un cambio radical” según reconocen desde la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC). El primer paso señala es tejer una “red de seguridad” que nos permita monitorizar la evolución del coronavirus sin tener que contabilizar todos los casos o el mayor número posible como hemos hecho hasta ahora.
Y para ello lo que proponen es la puesta en marcha de una red de vigilancia compuesta por equipos centinela capaces de seguir la evolución del virus y de dar la voz de alarma en caso de un fuerte aumento o también en el caso de detectar cualquier posible nueva variante preocupante. Funcionaría por muestreo con grupos de personas representativos del conjunto de la población que es el mismo sistema que tenemos para la gripe.
Un cambio en 3 o 4 semanas
Consideran inviable un modelo de COVID cero, en el que sigue empeñada una parte del planeta por ejemplo China, y creen que en “3 a 4 semanas” estaremos preparados para la nueva estrategia con la que hacer frente a las consecuencias de la enorme saturación de los servicios sanitarios que ha implicado concentrar la mayor parte de los esfuerzos en la COVID. Insisten en que la pandemia no va a tener un final televisado y que el momento adecuado llegará cuando estemos por debajo de las cifras de riesgo. Es algo en lo que además no podemos ir por libre.
Para Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública, “España no puede tomar por su cuenta esta decisión, en materia de vigilancia con un virus que no entiende de fronteras no podemos ir por libre como país ni tampoco las CCAA, es algo en lo que se lleva trabajando desde hace meses también en otros países europeos”. Lo cierto es que es aquí donde con mayor fuerza está mejorando la situación y que otros países de nuestro entorno están teniendo mayor dificultad en dejar atrás los problemas causados por ómicron.
Los detractores del cambio esgrimen que aún es pronto y apuntan al caso de Dinamarca donde la relajación de todas las medidas ha vuelto a disparar los niveles de transmisión. También apuntan a la mortalidad. Según los registros oficiales de COVID en España han muerto 8.287 personas en los dos últimos meses, desde el 15 de diciembre y el 15 de febrero.
10 a 20 por ciento de la mortalidad en exceso no es por COVID
Quienes defienden el cambio de estrategia también se fijan en las cifras de fallecidos, pero en su conjunto. Alertan de que entre un 10 y un 20 por ciento de la mortalidad en exceso en este momento en España no es achacable al COVID sino a las consecuencias de la saturación de los centros de salud y de los hospitales en los últimos 24 meses.
Solo el año pasado se dejó de diagnosticar en Atención Primaria 1 de cada 2 enfermedades crónicas y cerca del 30 por ciento de los casos. A esto hay que sumar que hay medio millón de personas más en lista de espera que antes de la pandemia. Son los llamados “daños colaterales” de la pandemia junto a la salud mental tras dos años de restricciones y de alarma sanitaria.
Nuevo documento semáforo
La mayoría dar por sentado que el COVID ha llegado para quedarse, pero admiten que es imposible predecir cómo serán las siguientes olas. Hace falta subrayan consenso para en este momento pandémico, con buena parte de la población protegida por la vacunación y por haber superado la enfermedad, establecer qué indicadores elegir y en qué grado para una posible futura puesta en marcha de medidas de restricción social. Se trata, en definitiva, de actualizar el documento del semáforo en el que se establecen los umbrales de riesgo y las consecuencias que implican.
Autocuidado y autodiagnóstico
Otro de los ejes de la nueva estrategia es el autocuidado que implica que los ciudadanos puedan gestionar los casos leves reservando los centros de salud y los hospitales solo para los más graves. También confían en el autodiagnóstico útil no solo para detectar la enfermedad sino para determinar cuándo poner fin al confinamiento, actualmente fijado en 7 días en España.
Solo descargando una parte de la presión COVID de los hospitales y de los centros de salud insisten será posible atender también, subrayan el resto de enfermedades y problemas de salud que han crecido de forma exponencial.
Un cambio de chip que es importante trasladar a la ciudadanía
Para los expertos en Salud pública es fundamental que Sanidad y CCAA trasladen a la población lo que quieren hacer y que no se van a quedar en el vacío.
“Ahora mismo si llegamos a la conclusión de que hemos dado lo máximo de nosotros mismos, que tras el desarrollo de vacunas y antivirales no podemos hacer más para controlar la pandemia pues entonces las consecuencias de la pandemia actuales incluidas los fallecimientos semanales los tenemos que dar por buenos por muy duro que esto suene” subraya Franco.
Consideran que, en el declive de esta sexta ola, está llegando el momento para esa nueva realidad socio sanitaria no solo para mejorar la capacidad diagnóstica y la atención a los enfermos crónicos sino también para volver a retomar los programas de prevención que también salvan vidas.
Además de potenciar la Atención Primaria piden la creación de una Agencia Estatal de Salud Pública con los suficientes recursos. Una institución potente e independiente capaz de gestionar la información para dar soporte a medias para proteger la salud de la población basadas en la mejor evidencia científica disponible y de comunicar claramente el balance de riesgos y beneficios de cada una de esas medidas. Una buena inversión para gestionar no solo esta pandemia sino cualquier otra que esté por venir.