El abrazo del triunfo: así superó Juan Miguel tres meses de agónica pelea contra el coronavirus

El hombre, de 53 años y sin patologías previas, pasó 55 días en coma. Cuando despertó sólo podía mover el dedo índice de una de sus manos

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Patricia Blázquez Serna

Publicado el - Actualizado

7 min lectura

Al principio, Juan Miguel sólo podía mover el dedo índice de una de sus manos. Acababa de salir del coma tras 55 días 'dormido', peleando sobre la fina línea de la vida y la muerte. Su familia ha estado siempre a su lado, esperando que el maldito coronavirus no arrancara de sus vidas a un hombre todavía joven que gozaba de una salud de hierro. Tras tres meses de pesadilla, Juan Miguel ya puede levantarse y dar algunos pasos. Su mayor alegría es que después de tantos meses postrado en una cama, "el cuerpo va respondiendo". Pero en su batalla contra el coronavirus todavía quedan varios rounds por pelear.

Juan Miguel, de 53 años, fue diagnosticado el 24 de marzo de una neumonía bilateral por coronavirus. Al día siguiente entró en la Unidad de Cuidados Intensivos. A los cinco días se encontraba intubado. En esos momentos, él no se imaginaba el infierno que todavía le quedaba por vivir. Su mujer Milagros y sus dos hijas, Sara y María, han vivido con extrema incertidumbre la evolución de Juan Manuel. "Nos dicen que no se va a recuperar hasta dentro de un año", aseguran.

Vuelo procedente de Milán

Juan Miguel trabajaba en el aeropuerto. Más concretamente, se dedicaba a la reparación de los aviones. En una ocasión, el piloto de un vuelo procedente de Milán, le llamó. “Yo creo que ahí algún pasajero me lo pegó”, ha explicado a COPE durante su recuperación.

Sus hijas recuerdan que pocos días después de aquel capítulo comenzó a tener fiebre y gastroenteritis. La fiebre al principio parecía estar controlada pero los últimos días era incapaz de salir de la cama. “Estaba muy cansado”, han explicado a COPE. El último día comenzó a toser. Esa fue la gota que colmó el vaso, lo que les hizo tomar la decisión de llamar a los teléfonos de emergencia dedicados a los posibles casos de coronavirus. Sin embargo, les dijeron que no eran síntomas.

Tras mucho insistir y hacerle una radiografía, “lo vieron claro”. Su padre, sin patologías previas, padecía una neumonía bilateral causada por el virus de la Covid-19. A los tres días ya fue negativo, pero el problema no era el virus sino las secuelas que este le había dejado en el cuerpo. Y aunque el virus ya no estuviera, sí estaba ese daño.

“Como estuvo tanto tiempo en casa, le fue comiendo por dentro”, creen sus hijas. Y el padre lo entiende, alegando que “estaban muy verdes”, refiriéndose al desconocimiento de la situación cuando comenzó la pandemia. “Yo no viví nada porque me durmieron. Me desperté a los 55 días”, ha explicado.

El miedo de la enfermedad

Sus hijas y su mujer también han tenido que sufrir estas consecuencias. Tal vez no a nivel vírico, ya que no han pasado el virus -o así lo creen ellas, ya que todavía no les han hecho las pruebas-, pero sí han tenido que vivir en la bruma del desconocimiento. La gente que está en la UCI lo pasa mal, pero los familiares lo pasan, muchas veces, peor. “No puedes verle y tienes que estar pendiente de una llamada” nos cuentan. Una llamada que, muchas veces, no traía buenas ni malas noticias, ya que ni siquiera los médicos sabían cómo manejar la situación.

“Al día siguiente de que despertara fuimos mi hermana y yo a verle, y nos encontramos a una persona que no podía moverse ni hablar. Parecía que tenía 30 años de más” han recordado sus hijas sobre aquella primera visita tras tantos días completamente inconsciente. “Y ahora tengo 20 años de menos, porque he perdido 27 kilos” ha añadido Juan Miguel.

El mayor problema al que tuvieron que enfrentarse, especialmente, fue que el contagio de su padre se produjo cuando aún había mucho desconocimiento. No había pruebas PCR suficientes ni tampoco respiradores. Los hospitales estaban saturados y el personal sanitario estaba triplicando sus turnos, tratando de controlar la situación. Una situación que ya se había convertido en incontrolable.

Milagros nos habla del miedo que pasaron. No sabían si él podría ser de los que tuvieran la suerte de tener un respirador o si contaban con los medios suficientes para poder salvarle la vida.

La fotografía con su enfermero Marc

El personal sanitario ha dado todo lo que tenía en su mano para salvar todas las vidas que estuvieran en su mano. Hemos visto miles de imágenes de médicos y enfermeros con marcas en el rostro, llorando en los pasillos y tratando de descansar como podían y donde podían. La situación que se ha vivido en los hogares ha sido complicada, pero la que ha tenido lugar en los hospitales -y que aún está presente en muchos de ellos- ha sido inimaginable.

A veces no hay palabras para agradecer todo este trabajo, todo este esfuerzo y todo el sacrificio. Aunque muchas veces, el dicho de “una imagen vale más que mil palabras” existe. Y en esta ocasión en concreto tiene forma de abrazo.

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Un abrazo de agradecimiento. En ella Juan Miguel abraza a Marc, el enfermero que estuvo siempre con él. Que le curó y le cuidó. Para poder hacerla, el sanitario pidió a Juan Miguel que se pusiera en pie. Y a pesar de la falta de movilidad, Juan Miguel lo hizo. Se puso en pie y le abrazó.

Nos han contado que aún siguen en contacto con él porque aún hace un minucioso seguimiento de su estado. “Es una persona con vocación. Él no va a trabajar, va a disfrutar” ha afirmado Juan Miguel sobre Marc. Y a continuación, su mujer Milagros, entre lágrimas y visiblemente emocionada, cuenta que en cuanto les dices “que es COVID, se vuelcan todos”.

“Las mascarillas debe ser tus nuevos pantalones”

Los nuevos rebrotes fue uno de los motivos por los que el personal sanitario tomó la decisión de enviar a Juan Miguel a su casa. Los ejercicios de recuperación no tenían que ser necesariamente en el hospital, y dado que la medicación que debía tomar no es demasiada, los médicos creyeron que estaría mejor en casa.

Desde COPE hemos querido darles la oportunidad de enviar un mensaje a la población: “Tened cuidado. Las mascarillas deben ser tus nuevos pantalones. No os acerquéis a la gente. Respetad la distancia” ha dicho Juan Miguel, y finalmente ha añadido “por una juerga te juegas la vida. Esto es lo peor que hay”.

Sus hijas han lamentado la poca conciencia de la gente. Quienes no lo han pasado o quienes no lo han vivido de cerca “creen que es volver a casa y ya está”, pero no es así. Hay mucha recuperación detrás, mucho trabajo y muchos meses para volver a la normalidad porque el cuerpo cambia.

“La gente solo ve los aplausos” ha añadido su mujer, y cree que “no hay conciencia”. Piden que no se espere a que nos ocurra de cerca y sus hijas han insistido en recordar el caso de su padre: una persona que no es mayor, con un gran estado de salud y al que han estado a punto de perder “en tres ocasiones”.

Cuando ocurren cosas malas, hay una conciencia general de que es algo que no va con nosotros. Que nunca nos va a ocurrir. Y eso pensaron también ellos. Sin embargo, ocurrió.

Sobre la nueva normalidad

La familia cree que los nuevos casos son imposibles de controlar y hasta que no se cierren los bares, no habrá conciencia social de lo que está ocurriendo de nuevo. Otro de los temas de los que han hablado ha sido la vuelta a las aulas. Algo que parece que pilla lejos, pero “en septiembre estamos todos en clase” nos ha contado una de sus hijas.

Ambas creen que es necesario que se apueste por la enseñanza online en la medida de lo posible y han lamentado que el ministro de Universidades, Manuel Castells, no se haya pronunciado al respecto. Asimismo consideran que debería haber un protocolo más estricto, no solo para “asegurar nuestra seguridad, sino también la de la gente con la que convivimos”.

Finalmente, Milagros ha admitido que nos encontramos ante una “situación complicada” y cree que la gente “podría hacer mucho más”.

Sea como sea, el abrazo de Marc y Juan Miguel representa el agradecimiento de toda la sociedad. Hacia nuestros trabajadores esenciales que han dado la vida por nosotros y que han salido de sus casas día tras días para que nosotros no tuviéramos que hacerlo. Y a nuestros sanitarios, que han estado en primera línea de combate contra el virus. Y que a pesar del desconocimiento de la situación, han dado todo lo que tenían en su mano.

Que este abrazo nos recuerde, que a pesar de todo, siempre hay luz al final del túnel.