La ardua tarea de enseñar español a 135.000 refugiados ucranianos en escuelas improvisadas

La han bautizado como "Academia Acoge" y la primera se abrió en el barrio madrileño de Chamartín

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

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Buscan locales dedicados a la enseñanza y aprovechan las horas libres para que parte de los 135.000 refugiados ucranianos llegados a España desde el inicio de la invasión rusa puedan llevar a cabo uno de los primeros pasos para integrarse en nuestro país: aprender el idioma. La han bautizado como “Academia Acoge” y la primera se abrió en el barrio madrileño de Chamartín.

Katia, Olena, Petro y Valentina son algunos de los estudiantes de esta escuela improvisada de español a la que acuden cada mañana entre las 11h y las 12.30 para aprender lo más básico del castellano. En el aula, el mismo en el que por la tarde hay refuerzo de matemáticas para estudiantes de secundaria, ondean desde hace más de un mes una bandera de España y Otra de Ucrania.

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Hoy son 14 estudiantes adultos y dos adolescentes las que acuden a las clases que hoy imparte Mercedes, profesora de Lengua para Extranjeros en la Universidad Complutense de Madrid. La práctica del día consiste en que cada alumno sepa presentarse, decir a lo que se dedica y dar su número de teléfono que muchos de ellos aún no tienen.

Yo por ejemplo me llamo Mercedes y soy profesora ¿tú a qué te dedicas? Les pregunta esta voluntaria. En las mesas y muy aplicados van respondiendo uno por uno. Hay una psicóloga, dos managers, una limpiadora, una peluquera y también una oficinista de tren.

En el aula de al lado están las dos adolescentes que comparten el mismo nombre: Nastia. Junto a ellas dos voluntarias juegan al quien es quien. A pesar de llevar tan solo unos días en España, se defienden bien con sus primeros rudimentos español. Les toca como a los adultos describirse.

“Me llamo Nastia, soy una niña rubia, con melena y con ojos azules, no tengo gafas” explica esta chica de 13 años cuya madre ha tenido que regresar a Ucrania para atender al resto de sus hijos que siguen allí.

Entre las alumnas está también Valentina que tiene 7 hijos, 4 de ellos en España. Algunos de ellos ya sabían español porque venían regularmente a familias de acogida aquí en España. Ella se turna entre estas familias para ir viéndolos a todos.

“Estoy bien en España, pero todavía no he logrado trabajar porque primero tengo que aprender español. Mis hijos sí que lo hablan y al igual que estas clases pienso que me pueden ayudar” explica a COPE.

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La mira con orgullo Mercedes Pérez Serrano que acaba de terminar su primera clase en la “Academia Acoge”: “Los he visto bien, animados, participativos y con muchas ganas de aprender, de comprender, de enterarse. Ha sido muy enriquecedor para mí poder aportar mi granito de arena. Ellos claramente le ven la utilidad y la integración va de dos lados. No solo los que llegan tienen que hacer el esfuerzo sino también los que acogemos, todos tenemos que hacer un esfuerzo para que estas personas estén a gusto aquí”.

Lorena Merino está detrás de este proyecto que surgió cuando su vecina le comentó que estaba dispuesta a dar clases de español. Decidió montar una estructura y con un libro de texto como base crear un grupo de voluntarias capaces de relevarse para llevar esos contenidos a esos alumnos. De esta primera academia han surgido otras 4 también en Madrid y otras se están poniendo en marcha en otros puntos de España.

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“Lo que hacemos antes de empezar a dar clase son dos días de integración para que los participantes se conozcan y puedan crear una red entre ellos. Los lazos son inmediatos porque están todos en la misma situación. A partir de ahí arrancan con el curso de español y avanzan mucho porque tienen muchas ganas y estudian también durante los fines de semana. Ya no tiene nada que ver con los primeros días cuando venían con los móviles y utilizaban las aplicaciones que traducían lo que escribían del ucraniano al castellano, ahora ya nos podemos comunicar. Los niños también han ido escolarizándose y se van creando lazos de unión muy fuerte señala”.

Un total de 70 voluntarios están ahora involucrados en las distintas academias. Algunas de las profesoras más veteranas forman a personas sin experiencia previa pero que quieren ayudar. El siguiente paso es buscar un trabajo para cada alumno con un consultor o un coach también voluntario hasta facilitar su completa integración.

Y todo “con empatía y cuidado porque vienen de una situación terrible no vienen de vacaciones a aprender un idioma, sino que han tenido que salir por patas para salvar sus vidas y la de los suyos, algunos de los cuales siguen en Ucrania. Así que si un día pues no están con la cabeza en esto pues es de lo más normal, les han podido comunicar una noticia fatal de alguien al que quieren y merecen todo nuestro apoyo y comprensión”, zanja Olvido Andújar, una de las primeras profesoras, también de la Complutense, en dar el paso para ayudar a los recién llegados.

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