Atención individual y contenidos adaptados: así es un centro de educación especial en peligro por la Ley Celaá
La nueva ley educativa obligará a que los niños con discapacidad sean derivados a centros ordinarios
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Kyara tiene 15 años. Cursa Educación Básica Obligatoria (EBO) en el Colegio de educación especial de Atenpace. “Aquí escribo con el ordenador, leo y me ayudan a ponerme de pie”, nos explica. Padece parálisis cerebral y tiene problemas de movilidad. La niña explica a COPE con una sonrisa que le gusta mucho hacer cosas en el colegio, que también cuenta con un gimnasio donde hace ejercicios para cambiar la postura o “voltearse”.
La disposición adicional cuarta de la reforma educativa, la llamada Lay Celaá, establece que el Gobierno desarrollará un plan para que, en un plazo de 10 años, “los centros ordinarios cuenten con los recursos necesarios para poder atender en las mejores condiciones al alumnado con discapacidad”. Es decir, obligará a que los niños con discapacidad sean derivados a centros ordinarios sin atender la opinión de los padres ni de los profesionales.
A su vez, el texto prevé que las escuelas de educación especial pasen a ser centros de recursos: “Las Administraciones educativas continuarán presentando el apoyo necesario a los centros de educación especial para que esto, además de escolarizar a los alumnos y alumnas que requieran una atención muy especializada, desempeñen la función de referencia y apoyo para los centros ordinarios”.
La propuesta ha sido muy polémica porque, mientras que para unos es una oportunidad para favorecer la integración de los niños con discapacidad, buena parte del sector educativo la entiende como el principio del fin de los centros de educación especial. Además, advierten de que adaptar los centros ordinarios supondría una inversión económica muy grande, y temen que se empiecen a recortar las ayudas a las escuelas de educación especial. Hoy se debaten y votan los dictámenes parciales del Proyecto de Ley en Comisión. Es el paso previo antes de que llegue al pleno.
COPE ha visitado la escuela de educación especial de Atenpace, donde niños como Kyara aprenden todos los días para saber qué es y qué ofrece un centro de estas características, y qué le diferencia de un centro ordinario.
ATENCIÓN INDIVIDUAL Y CONTENIDOS ADAPTADOS
“El pequeño sistema educativo que tenemos en cada centro está adaptado a cada uno de los alumnos. Esa sería la máxima diferencia entre un colegio especial y uno ordinario: el que partimos de los niveles de desarrollo de cada uno de los niños para establecer unos contenidos curriculares y unos objetivos adaptados para ellos”, explica Belén Royuela directora del Colegio.
Para ella, una de los principales dudas que plantea la propuesta del Gobierno de adaptar los centros ordinarios para atender al alumnado con capacidades especiales es cómo va a gestionarse el desfase curricular. Y es que, en muchos de los casos, los alumnos trabajan contenidos que no se corresponden al nivel que les correspondería por edad. Es el caso de Kyara, que ahora trabaja aprendizajes relacionados con la escritura: “Los contenidos que está tratando son equivalentes a los que se trabajan en un Colegio ordinario en tercero de infantil o segundo de primaria, pero tiene 15 años. Si la reforma sigue adelante, en ese desfase curricular ¿en qué tipo de aula estaría Kyara?”.
Otra diferencia respecto a los centros ordinarios es una atención muy individualizada, por ejemplo en cuestiones relacionadas con la comunicación. Muchos alumnos no tienen lenguaje verbal, por lo que tienen que recurrir a sistemas de comunicación alternativos para poder expresarse y aprender. La coordinadora del Departamento de Logopedia de la Unidad de Alimentación Adaptada, Marga Velázquez, explica que pueden recurrir desde a sistemas muy sencillos de bajo coste e impresos en papel, hasta otros con software más avanzado, como tablets.
En su aula, Marga tiene a cinco alumnos, y para atenderlos en condiciones son necesarios otros cinco profesionales, uno por niño. “Trabajamos en conjunto con terapeutas ocupacionales como con fisios porque es importante el control motor. En muchos colegios de ordinaria no están esas figuras, por lo que sería difícil poder implementar con éxito este tipo de intervenciones”, añade. La coordinadora pone el ejemplo del trabajo con la alimentación. Los alumnos con alteraciones graves de la deglución y de la alimentación tienen mayores dificultades, que pueden desencadenar en fallos “de la seguridad o eficacia” a la hora de tragar. Esto es muy peligroso porque “pueden desencadenar patologías respiratorias” que, en el peor de los casos, podrían desembocar “en el fallecimiento”. El control de la postura, las viscosidades o el tratamiento de complementos alimenticios “requiere una atención muy individualizada” que “no pueden tratar maestros de audición y lenguaje que habría en la escuela ordinaria”.
Para Belén, otra de las diferencias en los colegios de educación especial es que intentan que “muchos tratamientos se hagan dentro de las aulas”. Por eso, no es raro ver como una fisioterapeuta entre en una clase de lenguaje para cambiar a un alumno de la silla al postural para poderle poner de pie. Es clave que los niños, tengan una buena postura “que estén bien fijados en línea media de los pies a la cabeza para poder mantener la atención y acceder a los aprendizajes”.
La directora del centro ve con preocupación la disposición adicional cuarta de la reforma educativa porque “no existe un plan económico”. Tiene miedo a que “todos los recursos pasen a la educación ordinaria con apoyo” y que lleguen cada vez menos recursos a los de la educación especial. “Que acabemos desapareciendo o que nos convirtamos en centros más bien sociosanitarios es algo parecido a una etapa que ya hemos superado. Los niños vienen a aprender, no solo a estar bien aseados”, reflexiona.