Desmontando la defensa de Ana Julia, que pretende burlar el asesinato de Gabriel

El hacha constituye un indicio de que actuó con alevosía, esto es, que quería impedir que el niño se defendiese. De ahí que incida en que fue él la persona que primero la agredió, pues los hechos pasarían del asesinato al homicidio, castigado con una pena menor 

La hija de Ana Julia fue pieza clave para que confesara su crimen

Marcelino Abad

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“Le dije: hombre, si estás solo vente conmigo. Voy a la finca. Él se subió en el coche, fuimos a la finca y yo me puse a pintar. Él se quedó fuera jugando. En un momento dado me asomé y le vi jugando con un hacha. Yo entonces le dije: pero, ¿qué haces jugando con un hacha? Él me insultó, yo le intenté quitar el hacha y él me dijo: tú no eres mi madre, tú no me mandas y además no te quiero volver a ver nunca. Así que nos peleamos por el hacha, se la quité y al final, con la rabia, acabé asfixiándolo, tapándole la nariz y la boca”.

Ana Julia Quezada ha confesado que mató al niño Gabriel Cruz, pero su relato parece indicar que lo hizo prácticamente en defensa propia y por accidente. Pese a que el informe de la autopsia será el que aclare las circunstancias de la muerte, su estrategia está orientada a que los hechos se persigan como un homicidio en lugar de como un asesinato. Si bien ambas figuras producen el mismo resultado, a la hora de enjuiciar los hechos la pena a imponer varía sustancialmente.

Mientras que el asesinato tiene lugar cuando una persona causa la muerte de otra mediando alevosía –que se intente privar de defensa a la víctima o a sabiendas de que no va a poder defenderse-, ensañamiento -aumentando deliberada e inhumanamente su sufrimiento- o precio, promesa o recompensa -cometiendo el crimen a cambio de una contraprestación-, el homicidio produce la muerte sin la intervención de estas circunstancias que, debido a su especial trascendencia, agravan el hecho delictivo.  

BURLAR LA ALEVOSÍA PARA QUE PAREZCA UN HOMICIDIO

En el caso de Ana Julia, su estrategia busca burlar la alevosía para que los hechos se reconduzcan a un homicidio. Y es que, el golpe con el hacha, aunque fuera por la parte roma y no por el filo, constituye un indicio de que quería impedir que Gabriel se defendiese para proceder a su asfixia. De ahí que incida en que fue el niño el que primero intentó agredirla para justificar el traumatismo en la cabeza que recoge el informe forense.

De este modo, la defensa de Ana Julia busca que se le aplique el delito de homicidio agravado que recoge el artículo 138.2 del Código Penal por ser la víctima menor de 16 años, castigado con pena de prisión de 15 a 22 años y 6 meses, y no el delito de asesinato básico del artículo 139 -por ser el hacha un medio alevoso-, cuya pena oscila entre los 15 y los 25 años.

DIFÍCIL CONDENA A PRISIÓN PERMANENTE REVISABLE

Es más, de no mediar alevosía tampoco cabría aplicarle la pena de prisión permanente revisable que recoge el artículo 140 del Código Penal, pues si se acude a esta medida teniendo en cuenta exclusivamente la minoría de 16 años de Gabriel se estaría conculcando el principio de tipicidad –que la conducta prohibida esté descrita en la ley- por cuanto que el homicidio no está previsto en ese artículo 140. Sí surtiría efecto esta pena de conjugarse la minoría de 16 años de la víctima con el instrumento alevoso, pues es el presupuesto de la prisión permanente revisable.

Por otro lado, y a pesar de que la prisión permanente revisable estaba vigente al tiempo de producirse la muerte de Gabriel, si finalmente se derogase, Ana Julia solo podría ser condenada por el delito de asesinato o el de homicidio, pues como dispone el artículo 2 del Código Penal, ante los cambios normativos debe aplicarse la ley más favorable al reo.

En cualquier caso, y pese a la estrategia de defensa de Ana Julia, su horizonte penal se perfila más bien negro, pues no solo los investigadores descartan su versión de los hechos sino que la principal prueba objetiva de lo que sucedió la constituye el cadáver del pequeño Gabriel.