“Incluso los médicos admiten que hay milagros en los Sanfermines"
Decenas de corredores acuden a la bendición del santo antes de ponerse delante de los toros
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Pasan pocos minutos de las seis del 7 de julio cuando los primeros corredores empiezan a agruparse enfrente de la parroquia de San Lorenzo de Pamplona. Vestidos de blanco inmaculado y con el pañuelo rojo alrededor del cuello, conversan mientras esperan que se abra la iglesia para recibir la bendición de San Fermín antes de intentar escapar de los astados.
Entre ellos encontramos a Francisco Javier Muñoz. No ha dejado de correr en unos Sanfermines desde que debutó en 1972. Empezó a los quince años desde la calle Estafeta, cambiándola por la cuesta de Santo Domingo a los veinte. Confiesa que ha tenido algún percance “por mala suerte”, que fueron “golpes de mucha violencia” como algún varetazo, pero nunca ha recibido una cornada “gracias a Dios”.
Muñoz explica que en los encierros se siente muy liberado. Acude a la bendición porque “hablar con el santo”, al que tiene mucha devoción, le da “mucha energía” y cree que hacerlo es “muy positivo para el corredor”.
Con menor experiencia pero con el mismo fervor se encuentra allí Sergio Álvarez. Es de Madrid pero creció en Nueva York, algo que se nota en su acento al hablar español. Álvarez corre en los encierros por tercera vez. Es muy aficionado a los toros y tiene la suerte de que nunca ha tenido ningún problema. “Acudo a recibir la bendición del santo porque quiero que Dios me proteja”, responde al micrófono de COPE.
En cambio, es la primera ocasión que la estadounidense Samantha Stinson huirá de los astados por las calles pamplonesas. Confiesa que va a la bendición porque es una tradición. Aparentemente nerviosa, Stinson comparte sus intenciones: “me quiero tomar un respiro, calmar la mente, los nervios, conectar con Dios y pedirle protección”.
El padre Javier Leoz, párroco de la iglesia de San Lorenzo, responde con rotundidad al ser preguntado por la existencia de milagros en esta celebración: “todos los días hay cientos de milagros en el encierro". Y añade: "no es normal que en un kilómetro escaso no haya prácticamente ninguna incidencia con seis astados corriendo".
Leoz explica que incluso los médicos que han atendido a corredores que han sufrido cornadas graves han acabado admitiendo la existencia de milagros al ver su posterior evolución positiva. “El ‘capotico’ actúa todos los días como el mejor cirujano, como el mejor médico, como el mejor protector, como la mejor vitamina para que los corredores salgan indemnes”. Y concluye que “San Fermín hace milagros; no los vemos, pero los hace”.