El 'juego de las sillas' que explica por qué hablamos de derecha e izquierda en la política
Diferenciamos así las dos grandes tendencias ideológicas por un motivo mucho más sencillo de lo que cabría pensar
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Este domingo, España vive su enésima jornada electoral. En este caso, centrada en Cataluña. Los ciudadanos ya estamos más que acostumbrados al lenguaje que trae consigo un acontecimiento como este: partidos, candidatos, programas, mítines, votos, colegios electorales, escrutinio... Por supuesto, en este discurso también tienen cabida la derecha y la izquierda. Aunque puede que, tan hechos como estamos ya a los dimes y diretes de la política, nunca nos hayamos preguntado por qué categorizamos así las principales tendencias ideológicas.
Claro que hay una razón para explicar por qué identificamos a un lado u a otro a las formaciones que albergan a nuestros representantes. Es mucho menos enrevesada de lo que podría creerse y tiene su origen en la Francia del siglo XVIII.
El 'juego de las sillas' que explica por qué hablamos de derecha e izquierda en la política
28 de agosto de 1789. La Revolución Francesa está a punto de empezar a gestarse. Tan sólo hace falta que la Asamblea Constituyente gala determine si la monarquía va a tener continuidad en el país o no: hay que votar al respecto del poder que debe tener Luis XVI a partir de ahora.
El debate entre partidarios y detractores del monarca adquiere tanta intensidad que las sillas del lugar gozan de un protagonismo inusitado. Estas acabarán marcando un antes y un después en la terminología política, pues unos y otros pasan a colocarse de forma estratégica en los asientos de la sala.
A la derecha del presidente de la Asamblea, se sientan los más conservadores: leales a la Corona, opuestos a la Revolución y partidarios, en definitiva, del absolutismo y de la monarquía parlamentaria. A la izquierda, acaban los reaccionarios: quieren acabar con el orden preestablecido y están convencidos de que el rey no debe tener potestad para detener ni cancelar ninguna ley.
Al final, se impone la solución revolucionaria, y con amplitud: 673 votos favorables a la izquierda por los 325 para la derecha. Lo que pasó después es historia: la monarquía francesa desapareció pocos años más tarde, Luis XVI y María Antonieta fueron decapitados y la República nació.
Así fue como los conceptos de derecha e izquierda se instauraron en la vida política. Ya en el siglo XIX, su discusión viró hacia la religión (la derecha era conservadora y quería una ligazón entre Estado e Iglesia, mientras que la izquierda abrazaba a los laicos). En el siglo XX, llegó el turno del debate económico (derecha = liberalismo; izquierda = regulación del mercado).
Eso sí, definir a los partidos por 'de derechas' o 'de izquierdas' es algo que tardó tiempo en calar entre la ciudadanía. Pero ocurrió a medida que la sociedad se fue politizando cada vez más y que la educación ganó entidad. Así aparecieron otras divisiones: demócratas frente a republicanos, conservadores frente a liberales...
Por tanto, la polarización en la que se mueve la política tal y como la conocemos hoy surgió de la forma más sencilla que se puede imaginar: con una suerte de juego de las sillas en el que cada uno de los lados elegidos por los participantes definió, a posteriori, toda una ideología.